Historia del comienzo de un viaje

‍

Ante todo, permitid que me presente. Me llamo Iván y soy enfermo alcohólico.

Quiero contaros el comienzo de un viaje que empecé hace aproximadamente dos años y que me va a llevar mucho tiempo. Al menos todo lo que me quede por vivir. Este viaje va atravesando parajes a veces paradisíacos y, en otras ocasiones, no tan bellos. En las estaciones por las que circula mi travesía se van uniendo muchas compañías, y desapareciendo otras. Y desde hace un tiempo comparte mi senda una compañera llamada felicidad.

Os preguntaréis cómo sé que la felicidad camina a mi vera. Pues sencillamente, porque me siento feliz, muy feliz. Definir qué es la felicidad es un problema al que se han enfrentado las más altas mentes, y no seré yo quien se atreva a tratar de fijar con exactitud ese término tan complejo. Pero os diré que, para mí, la felicidad son esas pequeñas cosas que me van pasando durante la jornada por las que me siento bien conmigo mismo, a gusto. Por las que sonrío. Por las que me siento orgulloso. Las que quedan flotando en el mar de mi mente cuando la tormenta del día apaga las luces y el silencio permite que me escuche a mí mismo. Una ilusión renovada, una broma, una sonrisa, un te quiero, un me quiero. Todo eso conforma para mí la felicidad.

Que la felicidad y yo hayamos decidido compartir juntos las alegrías y algún que otro polvo del camino no es casual. Hace dos años mi vida tenía otros compadres que no se llevaban para nada bien con mi actual amiga, como eran la desesperación, el derrotismo, la soledad, la falta de autoestima y muchos más de cuyo nombre y aspecto ya no me quiero recordar. Las personas y verdaderos amigos he conocido en estos dos años en Asociaciones de enfermos como yo, psicólogos, psiquiatras, y un largo etcétera, y que me han enseñado tanto como lo que he aprendido, aprendo actualmente y aprenderé en el futuro, me mostraron cómo alejar esas compañías de mi camino, y fueron un pilar fundamental para que la felicidad y yo acordáramos acompañarnos todo el tiempo que fuera posible.

Pero también, en las negociaciones que mantuvimos para acordar compartir ruta mi nueva acompañante y yo, ha habido una parte que he puesto yo de mi bolsillo. No es más (ni menos) que, como dice mi buen amigo Rafa, trabajo, trabajo y más trabajo. Escuchar, pensar, reflexionar, adaptar experiencias de otros a la mía propia, compartir las mías y en una palabra, aprender y obrar en base a lo aprendido. 

Os cuento un secreto. Me ha dicho mi amiga que no es nada celosa, y que estaría encantada de acompañaros a todos vosotros igual que a mí para que, como yo, salgáis de la tormenta para poder contemplar cómo un nuevo día y un nuevo sol con una sonrisa os esperan ahí fuera.

Que seáis muy felices.

‍

‍